
VIAJE DESDE SANTIAGO
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Partimos por las barriadas del sur de la ciudad de casas construidas por 1920 con ladrillo a la vista, que han teñido los carbones y el polvo de tantos años.


“Se prohíbe ingresar al bus a comerciantes, quienes vendan dulces, pasteles etc.”,leo en un aviso pegado en lugar estratégico. Hay tiempo para leer todo lo que está escrito, y en el paisaje que corre van apareciendo otros nombres y marcas: Reparadora de tractores El Surco, Costa, Unifrut, Nestlé, Shell, Kauffmann, Nissan. En otra detención inexplicable ingresó al bus una joven con un canasto de dulces chilenos. Todos le compramos.
Como cuando se escucha una conferencia muy larga, andados 40 minutos me distraigo y empiezo a pensar en mis propias cosas.
Al pasar por Curicó veo la Iansa y unos grandes estanques de acero inoxidable que recuerdo instaló Víctor Manuel que trabajó aquí como ingeniero. Cuando me invitó a conocer la obra, a todo sol, eran tantos los reflejos y resolana que me saqué mis sobre-lentes oscuros y los puse en los suyos.
Todo está verde, color de primavera, los frutales están en flor, blancos y rosados. La cordillera se ha alejado. Aparece un puente hermoso sobre el río Claro, que es un arco de fierro traído de Europa en el siglo XIX. En eso pienso que los asientos deberían tener cinturones de seguridad como en los aviones. La raza equina tiene buena salud, veo cientos de caballos en los potreros. Ahora vacas, muchas vacas negras como de luto, entre ellas reconozco la corpulencia de un toro colorado.
Un caballo blanco como el de Napoleón, me recuerda haber leído que se están faenando en carnicerías de equinos. Los franceses acostumbran comer su carne por buena y sana.
El bus lleva una marcha regular, parece que el chofer está descansado, mientras en la butaca del lado Marta descabeza un sueñito. Una casa campesina de adobes forma con la cordillera al fondo un paisaje típico. Los álamos que son característicos de la zona central están desnudos todavía. Vulcanización en cualquier lugar para sacar de apuros.
En Talca un montón de chatarra, restos de orgullosos automóviles. Tierras de yuyos amarillos. Putagán, otro puente de tren, hermoso en sus estructuras. Suenan los celulares ”hola guachito, vamos frente a San Javier, llegaremos a las cuatro y media…voy bien”.
En Linares, no se ve la ciudad. Puente Achibueno, hombres recolectando remolacha. Al lado en sentido contrario están la vía hacia el norte y las líneas del tren. Longaví, la estación. Pasamos por el by pass de Chillán; sospechamos la ciudad por algún edificio que asoma a la distancia
