Quino sigue siendo un escritor que dibuja… y Mafalda una niña que es capaz de descubrir que ¡paz es la onomatopeya de una bofetada!
Acabo de regresar desde Buenos Aires Argentina, donde participe en un encuentro sobre los desafíos del siglo XXI. En mi presentación de un taller que coordine, cite a Mafalda, diciendo que ella es la profeta y filosofa que nos ayuda con sus preguntas y comentarios para entender este nuevo tiempo. Use dos de sus frases de las cuales hice paráfrasis. Una de ellas es la famosa. “Cuando tenía las respuesta me cambiaron las preguntas”, y la otra: “Los médicos se creen Dios pero Dios no se cree médico”. También tuve el gusto de volver a visitar su estatua en la calle Chile con Defensa en el barrio de San Telmo, donde está acompañada de sus amigos Susanita y Manolito. Volví a sentarme junto a ella y abrazarla y conversar un momento con ellos, agradeciendo su compañía en el tiempo y lo mucho que nos ayudó y nos sigue ayudando a pensar y ser críticos del sistema que nos envuelve.
Todavía recuerdo la cara de felicidad y de emoción de mi hijo, Felipe cuando logró un autógrafo de Quino en uno de sus libros de Mafalda. Fue como obtener un trofeo de guerra o deportivo. Lo hizo haciéndose espacio entre la gente y escabulléndose entre las piernas de las personas que hacían una larga fila. Esto sucedió en una noche de del mes de junio del año 2001 en el Centro Comercial El Jardín de Quito, Ecuador. Esa noche las gente llenó todo el hall de ese recinto y lo escuchaban en un religioso silencio y saboreando cada anécdota y detalle de la vida de esa niña que ya tiene cincuenta años.
Una de las caricaturas más famosas de la historia de la humanidad es latinoamericana. No vuela como Superman, ni tiene la fuerza de Tarzán, no se desplaza por techos como Batman, no cabalga como el Llanero Solitario, ni la astucia de Dick Tracy. Pero habla castellano y como la definió el colombiano Daniel Samper, es “alguien capaz de atar cabos invisibles; alguien con malicia suficiente como para sembrar el pánico con una pregunta que a simple vista parece inocente”. También el escritor italiano, Humberto Eco la definió como “una heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres”. (“Tiempos del Mundo”, página B42, jueves 25 de febrero de 1999). Señoras y señores, esa es Mafalda.
En 1962 la marca de electrodomésticos Manfield buscaba promocionar sus productos. La agencia de publicidad pidió a su joven dibujante Joaquín Lavado que ideara una familia típica de clase media cuyo personaje destacado tuviera un nombre que comenzara con la letra “M”. Lavado se acordó que en la novela “Dar la Cara”, de David Viñas, se hablaba de una niña llamada Mafalda. “En la vida real yo nací el 15 de marzo de 1962”, dijo ella misma en una carta de presentación de 1968. Medio siglo ya desde que Joaquín Salvador Lavado (Quino) configuró a esta niña de frases contingentes, lúcidas y punzantes.
El nombre le gustó pero la campaña publicitaria no se llevó a cabo, por lo que Mafalda y compañía fueron a dar a los archivos de Quino por dos años.
Pero Julián delgado, jefe de redacción del semanario Primera Plana, animó a Quino a publicar una tira con su personaje. De esta manera, el martes 29 de septiembre de 1964 salió el primer episodio de Mafalda.
Luego de un tiempo, la tira cómica pasó al matutino El Mundo, ya con una periocidad diaria, por lo que su creador se vio obligado a aumentar la familia y crear nuevos personajes. Aparecen el sempiterno soñador Felipe- alter ego del propio Quino- el despistado Miguelito; el materialista, calculador y comerciante inescrupuloso Manolito; la conservadora y frívola Susanita; la pesimista y militante revolucionaria Libertad y el entrometido Guille, el hermanito de Mafalda; los padres de la niña conformaban una típica pareja de la clase media urbana, con su bagaje de ilusiones y frustraciones a cuestas. Mafalda es un fenómeno del comic vinculado directamente con la época en que surgió. Deliberadamente la pequeña con sus agudas reflexiones sobre la actualidad política y social, representaba la resistencia ante la injusticia y el desatino de un mundo que marchaba hacia la autodestrucción y encarnaba la rebelión juvenil de los sesenta. Los personajes que acompañaban las andanzas de la niña complementaban un universo que reflejaba distintas formas de entender y actuar ante esa realidad.
Con este equipo, Quino trató los temas más diversos con una gran dosis de ironía, denunciando la miseria política de finales de los sesenta- que es la misma de ahora- riéndose de la Guerra Fría, poniendo en jaque a sus padres, denunciando la mediocridad y ayudando a grandes y chicos a entender el mundo, así como todo ese cúmulo de frustraciones pequeño burguesas que se canalizan a través de la imposición paterna de conductas supuestamente positivas. Como tomar la sopa, por ejemplo.
Al igual que el bienamado caldo, el globo terráqueo es otra obsesión de Mafalda. Siempre herido, nuestro planeta es observado con lástima, sea porque le duele el Asia o no sabe cuál es su sexo. Típicas inquietudes mafaldianas.
Pero la niña y su creador no se reían de todo. Cuando se establecieron las dictaduras en América Latina y comenzaron los presos políticos y desaparecidos, Mafalda no tocó el tema. Esta coyuntura adelanto el fin del personaje. Como el propio Quino manifestó: Dejé de dibujar a Mafalda cuando en Argentina corría bastante sangre. Creo que vi venir la cosa, además no me habrán dejado publicarla, hice bien en no seguir”. (“Tiempos del Mundo”, jueves 25 de febrero de 1999. Pág. B42).
Mafalda ha hecho apariciones ocasionales por motivos humanitarios. La última vez con ocasión de la Gran Exposición que se celebró en Madrid, España entre el 9 de abril y el 14 de junio de 1992. Ahí también recibió el premio “Quevedo” del humor gráfico, que es como el Nobel de los caricaturistas.
El personaje trascendió la tinta y el papel, ya que en los años setenta se llegó a rodar una serie de televisión, lo cual le pareció horrible a Quino. A pesar de todo, Mafalda ha seguido dando que hablar en los últimos años.
El periodista Rodolfo Braceli, en 1987, en un larga entrevista que realizó a Quino y que esta aparece publicada en la introducción al libro “10 Años con Mafalda”, de Ediciones de la Flor, le hizo la siguiente pregunta: “¿Tienes algún estimulo para trabajar? Y Quino contesto: Sobre todo uno, el trabajo mismo. Es cuestión de ponerse…Además leo muchísimola Biblia, pero no como libro religioso sino como fuente de ideas, en ella está todo: la poesía, el sexo, la política…la Biblia me estimula el humor. Yo la leo al azar y he aprendido a saltarme las partes morosas. Me parece que siempre la leo por primera vez, como me ocurre con Borges y con ciertos pintores como Picasso…”
Para algunos lectores trasnochados del libro “Para leer a Mafalda”, ella es poco menos que agente de la CIA. Para otros, es una anticastrista a ultranza por aquella famosa tira en la que decía que “la sopa es a la niñez lo que el comunismo a la democracia”.
Durante 1.982 tiras, Mafalda hizo reír y reflexionar a toda esa gente que, quizás ilusamente, creyó que el mundo podía cambiar. Por ello, la nuevas generaciones descerebradas por la música techno y hartas de comida chatarra, quizás no entienden el calibre de lo propuesto por Quino y su irreverente hija
Mafalda ya pasó los cincuenta años. Es sin duda la historieta latinoamericana que más ha recorrido el mundo y a pesar que desde el 25 de junio de 1973, cuando ya el continente entraba una fase demasiado oscura para los ojos de Mafalda, su creador Quino no dibuja más historietas sobre ella. Esta niña super despierta sigue dando que hablar. Y como no podía ser de otra manera, fue llevada al cine y la televisión. Pero la impertinencia se mantiene y Quino sigue siendo un escritor que dibuja. Y Mafalda una niña que es capaz de descubrir que ¡paz! es la onomatopeya de una bofetada.