ERNESTO SÁBATO RESISTIÓ HASTA EL FIN
No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí”. E Sábato LA RESISTENCIA (Seix Barral, B.A. 2000)
Por Víctor Rey R. Filósofo – profesor
Pero el escritor Sábato también es un ejemplo de autoridad moral. Nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, un 24 de junio en 1911. A los 5 años de su muerte, Sábato no es sólo un hombre cuyas obras recorren el mundo en millones de ejemplares traducidos a 28 idiomas sino uno de los personajes más buscados cuando es necesaria una opinión “calificada” sobre algún asunto ético.
Sábato que presidió la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) durante el gobierno militar en la Argentina (1976-1983) y produjo el famoso informe NUNCA MAS, puede poner en tela de juicio al presidente del país, a las iglesias, a las Fuerzas Armadas, la ciencia, las corporaciones empresariales, pero siempre encuentra el apoyo de la opinión pública.
Reflejo de su autoridad es su vida austera y el auditorio masivo que convoca cada vez que repite por televisión sus viejas ideas sobre el corazón del hombre y la ausencia del progreso.
A lo largo de su vida, Ernesto Sábato fue militante del marxismo y representó a la Federación Juvenil Argentina en un congreso del partido comunista, en Bruselas; estudió filosofía en la Universidad de La Plata y como físico estudió radiación nuclear en el Laboratorio Curie de París, y en la década de los años 40 abandonó la ciencia “por temor a su futura utilización”.
En la actividad literaria se convirtió en una de las máximas figuras de la literatura hispanoamericana, en 1984 ganó el premio Cervantes, en 1989 el premio Jerusalem y en 1997 el premio Menéndez Pelayo.
Sábato dice que abandonó el marxismo porque dejó de creer “En cualquier idea que repugne a los problemas sobrenaturales”, y decidió afiliarse a la causa del hombre real, de la justicia social y de la dignidad humana. Hoy se declara “un anarquista cristiano”, y agrega: “Yo empecé a luchar por la justicia social a los 16 años en el colegio y nunca he dejado de hacerlo. Creo que es un deber. No me gusta que los chiquititos se mueran de hambre. Eso me ha llevado muchas veces a cuestionar incluso la existencia de Dios, a pesar de que me considero un espíritu religioso, aunque anárquico. Como también lo era Cristo. Cristo insultaba a los fariseos y andaba con los pobres, con prostitutas…Ese es el verdadero Cristo. Lo demás son cuentos”. También hace un ejercicio de autodefinición: “¡Yo soy un anarquista! Un anarquista en el sentido mejor de la palabra. La gente cree que anarquista es el que pone bombas, pero anarquistas han sido los grandes espíritus como, por ejemplo León Tolstoi”. (Entrevista en el diario El Tiempo, Bogotá, 22 de junio de 1997)
En su penúltimo libro: ANTES DEL FIN, Memorias, (Seix Barral, 1999, 214 páginas), se destaca el hombre triste, melancólico que piensa en Matilde, su esposa fallecida y solloza. Que se ve a sí mismo inclinado hacia la tierra encorvado, cansado. Es el hombre que tiene pequeños momentos de dicha cuando su gatita se recuesta en sus rodillas o cuando despierta con el trinar de los pájaros al amanecer.
De sus épocas de adolescente recuerda su vinculación con grupos anarquistas y comunistas. Recuerda manifestaciones de obreros y estudiantes cobijados por banderas rojinegras. Recuerda que la revolución Rusa tenía aún el resplandor romántico y que los compañeros comunistas terminaron por convencerle (aunque luego haya manifestado que no compartió los criterios de los “comunistas de salón” y que “el anarquismo fue más fuerte en su interior”)…Recuerda que huyo de casa y que era, a los 19 años, una especie de delincuente que luchaba en la clandestinidad contra la dictadura del general Uriburu. Esa militancia le llevó a participar en diversos congresos comunistas dentro y fuera de Argentina.
Más tarde cuando terminó su doctorado en Ciencias Físico-matemáticas, el profesor Houssay, premio Nobel de Medicina, le concedió una beca que anualmente otorgaba la Asociación para el Progreso de las Ciencias, y se fue a trabajar al Laboratorio Curie, en París: “durante ese tiempo de antagonismos, por la mañana me sepultaba entre electrómetros y probetas y anochecía en los bares, con los delirantes surrealistas. En el Dome y en el Deux Magots, alcoholizados con aquellos heraldos del caos y la desmesura, pasábamos horas elaborando cadáveres exquisitos”.
Un cuartucho en París, Matilde y su pequeño hijo, la ciencia y el trabajo con la propia Irene Curie…”Muchos, con perplejidad, me han preguntado cómo es posible que habiendo hecho el doctorado en ciencias físico-matemáticas, me haya ocupado luego de cosas tan dispares como las novelas con ficciones demenciales como el Informe sobre Ciegos, y finalmente, esos cuadros terribles que me surgen del inconsciente”. Sábato no sabe contestar a esa pregunta. Trabajar en el Laboratorio Curie era una de las grandes metas a la que pod{ia aspirar un físico. Y después de llegar a una meta, solo queda el vacío. Abandonó la ciencia a principios de la década de los cuarenta. El mundo de los teoremas quedó ahí, trunco, en plena crisis espiritual.
Entonces tomó otro camino: el del arte. Empezó a escribir en la revista Sur, en Teseo, a leer a Huxley, Faulkner, Michaux, a los clásicos, a Camus (con quién hizo amistad), Green, Thomas Mann. Brevemente habla de sus libros, de su oficio como escritor, de sus pinturas.
En la segunda parte del libro, Ernesto Sábato deja a un lado los recuerdos para escribir sus anotaciones: la reciente película que vio, el recorte de una noticia curiosa de un diario, las cifras de la pobreza en el mundo, la mujer sin patria, la preocupación de la guerra de Bosnia, el drama de los Sin Tierra en el Brasil, la crisis en todas partes, sus conversaciones con Cioran sobre estos temas trascendentales…”el mundo marchando hacia la desintegración, mientras la vida nos observa con los ojos abiertos, hambrientos de tanta humanidad”.
La muerte de su hijo lo derrumbó. Sábato se define, al final del libro, como un tipo embriagado de dolor y entre ruinas. Un tipo que, en la soledad de su estudio escucha el quinteto de Schumann para cuerdas y piano en un atardecer de 1998. Tanta nostalgia le hace caminar un rato, hasta el Parque Lezama de Buenos Aires. Se sienta en un banco de la plaza. Se dice un náufrago. Se confiesa propenso al pesimismo y a la depresión. De repente, el abrazo de un niño lustrabotas es como un pacto de derrotados, pero que llama a la esperanza.
En su último libro: LA RESISTENCIA (Seix Barral, 2000, 148 páginas) Sábato plantea que en este tiempo de globalización hay necesidad de establecer las bases de alguna resistencia que permita el equilibrio en el nuevo orden que se viene encima. De lo contrario el hombre sucumbirá ante cada avance, y seguramente moriremos en red, solitarios frente a una máquina que se esmera en reproducir la vida en la pantalla. Ernesto Sábato lo sabe muy bien y lo dice con la humildad y claridad que sólo los años otorgan a los hombres. En LA RESISTENCIA, Sábato se esmera en hacer una radiografía sentida de los tiempos actuales, con nostalgia de cuando una conversación en un café valía más que un televisor encendido para acaparar la atención y evitar, en última instancia, que las miradas se crucen y se reconozcan lo que de seres humanos nos queda.
LA RESISTENCIA es una carta escrita sin vanidad alguna. Y aunque suene a discurso en boca de un predicador barato no hay que olvidar toda la producción anterior de este escritor. Así que estamos hablando de alguien que conoce abismos humanos y sabe describirlos. Estamos hablando de quien se ha dado el lujo de entrar en depresiones profundas para salir airoso con toda la fuerza de la vida atrapada en la mirada. “El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria”, dice Sábato en LA RESISTENCIA. Nada tiene tiene que hacer el desarrollo salvaje frente a este caso de fe. Sábato se refiere a muchos frentes de la vida humana en los momentos actuales pero siempre su mensaje de dirige a no perder de vista lo esencial: “Quienes se quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a las mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción. No se puede llevar a la televisión a sujetos que han contribuido a la miseria de sus semejantes y tratarlos como señores delante de los niños.
Del Internet, del tiempo libre, de relaciones humanas, de los afanes que mueven el mundo; temas que salen a la luz en LA RESISTENCIA con suavidad de quien habla desde el amor a sus semejantes y no desde la vanidad de un nombre de letras de molde. Sábato está lejos de envanecerse por mirar su nombre en las librerías o en los diarios nacionales. De hecho se despoja de todos sus atributos literarios para que su “carta”, como él mismo se refiere a este libro, no empantane entre figuras retóricas o giros inteligentísimos. La RESISTENCIA está escrita para todo el mundo y en lenguaje sencillo y elemental. Para advertirnos como en los siglos XVIII y XIX la dignidad de la especie estuvo cifrada en los adelantos tecnológicos, pero en este siglo que ahora muere, la tecnología se encargo de quitarnos la inocencia. Pese a todo Sábato señala que: “no podemos hablar del hombre como si fuera un ángel, y no debemos hacerlo. Pero tampoco como si fuera una bestia, porque el hombre es capaz de las peores atrocidades, pero también capaz de los más grandes y puros heroísmos”.
Para quienes no leyeron nunca a Sábato. ANTES DEL FIN y LA RESISTENCIA es una forma de acercarse a un hombre y una obra quijotesca, a un espíritu combativo. Para aquellos que leímos EL TUNEL con ansiedad, que seguimos en medio de dolorosas reflexiones los párrafos de los ensayos como UNO y EL UNIVERSO, HOMBRES Y ENGRANAJES, HETERODOXIA o EL ESCRITOR Y SUS FANTASMAS, que nos sumergimos en el complejo y terrible mundo de SOBRE HEROES Y TUMBAS, que quedamos asombrados con su novela profética ABADDON EL EXTERMINADOR, donde se vaticinaba el subyugamiento de las fuerzas del Mal y el derrumbe de la civilización contemporánea. Que disfrutamos maravillados de su libro de conversaciones con Carlos Catania: ENTRE LA LETRA Y LA SANGRE o el libro de DIALOGOS con Borges. ANTES DEL FIN y LA RESISTENCIA son dos libros obligatorios y necesarios para el hombre y la mujer de hoy.
Un sábado 30 de abril del 2012 un mes y medio antes de cumplir los 100 años, no dejó este ilustre escritor, y como adelantándose a ese momento escribió estas palabras en la última página de La Resistencia. “Pero ahora que la muerte está vecina, su cercanía me ha irradiado una comprensión que nunca tuve; en este atardecer de verano, la historia de lo vivido está delante de mí, como si yaciera en mis manos, y hay horas en que los tiempos que creí malgastados tienen más luz que otros, que pensé sublimes.”